Como se lee en Historia del antiguo Buenos Aires, de Felipe Bosch, en los cementerios de la ciudad «se encuentran muchos muertos con los nombres de próceres o familias de abolengo; esclavos que al ser liberados tomaban el nombre de sus amos o bien de personas que en homenaje a grandes ciudadanos se adjudicaban sus apellidos (…) hay numerosos José de San Martín, Guillermo Brown, Sebastián Ramos Mejía«. Ahora, un estudio realizado en 18 ciudades de América Latina, desde México hasta estas latitudes, muestra que la última morada de los humanos también es un ámbito en el que florece la vida. Especialmente la de las aves. Considerados “áreas verdes”, tal como las plazas y los campos de golf, los científicos descubrieron que son un hábitat propicio para gran cantidad de especies, tantas como las que viven en parques urbanos.
“En las ciudades, los cementerios funcionan como lugares de conservación de aves”, afirma Lucas Leveau, primer autor del estudio e investigador del Conicet en el Instituto de Biología Genética y Evolución de Buenos Aires (Iegeba, de doble dependencia, Conicet-UBA).
Los participantes en esta investigación, todos biólogos que estudian la relación entre las aves y el ambiente de las ciudades (un área denominada “ecología urbana”) se plantearon observar qué sucedía con la presencia de pájaros en cementerios de la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú y México. Detectaron 18.000 individuos pertenecientes a 281 especies.
Los conteos se hicieron durante visitas realizadas a 35 cementerios y 36 parques; dos en primavera/verano, y otras dos, en otoño/invierno. “La cantidad de detecciones no corresponde al número de individuos identificados –aclara Leveau–, porque quizás una paloma que se contó en otoño/invierno volvió a registrarse en primavera/verano”.
Utilizaron una metodología llamada “de conteo por punto”.“Uno llega a un lugar y está diez minutos no solo observando, sino también escuchando –explica Leveau–, ya que muchas veces se detectan por su canto”.
Tal vez sorprenda que en Buenos Aires, el número total de especies observadas en los tres cementerios analizados (Chacarita, Recoleta y Flores) es incluso mayor que en tres parques aledaños de similar tamaño (Las Heras, Avellaneda y Agronomía).
Aunque a primera vista las necrópolis parecerían no ser un ambiente muy acogedor para las aves, los investigadores atestiguan que lo contrario es cierto. “En la Recoleta, por ejemplo –cuenta Leveau–, escuchamos chingolos, un pájaro que anida en el suelo, vimos un churrinche, que es una especie migratoria, un pájaro rojo muy lindo, en uno de los cipreses que hay en el centro. Puede ser que la quietud y el silencio propicien la presencia de las aves”.
Precisamente, uno de los resultados que arroja el estudio es que la combinación de hábitats, con iguales proporciones de pasto, arbustos, árboles y edificaciones, atrae más. “En Chacarita, una estructura que tiene similares proporciones de diferentes sustratos de vegetación es favorable para la presencia de pájaros –destaca Leveau–. Los cementerios con frecuencia están diseñados de esa forma y sería bueno mantenerla, o propiciarla, en el caso de que se construyan nuevos. Y sobre todo, tener en cuenta que son ambientes con una función religiosa y cultural asociados con el duelo y la muerte, pero a su vez lugares de mucha vida”.
En el caso de Buenos Aires, los investigadores observaron que las especies que encontraron en parques y cementerios son muy parecidas. La diversidad es mayor cuando estos ámbitos se encuentran en zonas tropicales y de baja altitud sobre el nivel del mar que en las áreas áridas o de montaña.
El trabajo, que se publica en la revista de acceso gratuito PeerJ; surgió de otro que realizó uno de los coautores, el argentino Federico Morelli, en la República Checa. “Nosotros quisimos replicarlo y nos dio resultados equivalentes”, concluye Leveau.
Por: Nora Bär