María Salomé Loredo de Subiza, nació en el pueblo de Subiete, provincia de Castilla (La Vieja), España, el 22 de Octubre de 1854. Emigró a la Argentina a los 14 años, sufrió después enfermedades declaradas incurables, por lo que, desahuciada por la ciencia, abrazó la Fe en Dios, consiguiendo sanarse de sus males.
Entonces, contaba alrededor de 40 años de edad, cuando sintió un irresistible afán de emprender su famosa Misión Regeneradora de Dios por la Madre María, sosteniendo que: ”La verdadera grandeza en el Universo es la Fe en Dios, y la Regeneración de la Humanidad”.
Mostrando su propio ejemplo de Fe, les decía a sus primeros adeptos: ”¿Queréis que os enseñe a vosotros lo que fue bueno para mí?”.
Su obra – 35 años de martirio llevados con resignación por amor a sus hijos espirituales -, fue Escuela de Regeneración, de Fe y de confianza en Dios, enseñando con su ejemplo de Humildad, el Perdón y la Caridad.
Hizo comprender la existencia de Dios; el camino verdadero para llegar a Él, y que no morimos, lo que significa en realidad, la purificación espiritual, es decir, la Regeneración Humana. Sostuvo con profundo sentir filosófico, la existencia de las reencarnaciones del espíritu para el logro de la pureza.
Puede resumirse su preciosa vida de bien, diciendo que fue virtualmente la continuadora de la obra de Jesús, sufriendo la cruz moral de la incomprensión, la persecución, la ingratitud y la ignorancia; y muchas veces, fue usado su dulce nombre por mistificadoras, adivinas, curanderas, manosantas, etcétera.
De sí misma, dijo que sólo era una HIJA OBEDIENTE DE DIOS, cuya voluntad es la que debe cumplirse en la vida humana, siendo la tierra el TALLER DE LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL.
Dejó su cuerpo en la tierra el 2 de octubre de 1928.-
Personalidad de la Madre María.
Palabras en su 166º Aniversario de su Natalicio
Hoy, los hijos del Templo de Luján, cumpliendo como todos los años en el Cementerio de la Chacarita.
Querida Santa Madre Regeneradora Universal.
«Si no fuese por ese algo que es el espíritu, no me tendríais aquí ni un minuto».
«Millones de sanos no sanan a un tísico, un tísico enferma millares de sanos. Es mi espíritu, sabéis; mi espíritu de Dios para vosotros».
Y así seguiríamos redactando frases de nuestra querida Madre.
Para quienes comprendan las cosas del espíritu sabrán entender que esta religión, que no es de hombre, ni de estudios, sino de Dios directamente venida, no es más que la nueva religión, la que vendrá, más precisamente sobre esta tierra bendita, LA NUEVA JERUSALÉN: ARGENTINA, dijo nuestra Madre «Tierra de promisión». Y aquí estamos cumpliendo nuestra misión.
Hijos e hijas fieles de la Madre María.
Su carácter.
Palabras de Julio F. Delconte.
Apóstol y Primer Director.
La personalidad de la Madre María quedaba definida en su SENCILLEZ y BONDAD INFINITA, y en su inmensa INFLUENCIA DIVINA sobre todos los que llegaban a ella.
Los días de conferencia, su Colegio estaba repleto de adeptos a su Gran Misión, y cuando su representante, Eleuterio Cueto, anunciaba la entrada de la Gran Maestra Espiritual, el silencio era total…
Una profunda emoción llenaba los corazones, al ver aparecer en el púlpito, la figura querida de la Madre María.
De estatura mediana, tez rosada y blancos cabellos como la nieve, María Salomé Loredo de Subiza, en sus conferencias basadas en la fe en Dios, tenía la gran virtud de llegar al corazón de cuantos la escuchaban: Su atuendo era blanco, una cruz pendía en el cuello; y en sus manos, nunca faltaba su inseparable ramillete de pensamientos.
No hacía falta decirle quiénes necesitaban más ayuda o quiénes poseían verdadera fe. Ella todo lo sabía: Era el gramófono de Dios…
La Madre María jamás tuvo distinción para nadie, todos eran iguales ante ella: pobres y ricos, sanos o enfermos. Pero demás está decir, que su ayuda material estaba dirigida a los humildes y necesitados. Lo que recibía de las familias más pudientes, lo repartía entre los pobres, quienes acudían en gran número a su Templo.
Como verdadera Apóstol de la Religión de Cristo, la Madre María jamás señaló ni acusó a nadie, enseñándonos que debíamos pedir corrección y arrepentimiento hasta para los asesinos.
Ella condenaba la envidia y la calumnia, pues, decía, que esas eran armas del demonio.
Así, nos enseñaba en sus conferencias la Gran Pastora, y quien alcance a comprender la grandiosa Obra de la Madre María, no se apartará de ella jamás, pues encontró en ella el camino de la verdadera Fe.
Hay una Mujer.
Palabras de Miguel Ángel Jara.
Obispo Chileno y Canónigo Argentino.
Este es un escrito de un Obispo chileno, que andando de paseo en Buenos Aires habló dos veces con la Madre María largo rato y escribió:
Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho del ángel por la incansable solicitud de sus cuidados.
Una mujer, que siendo tan jóven tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud.
Una mujer, si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruída se acomoda a la simplicidad de los niños.
Una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica daría con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud.
Una mujer, que siendo vigorosa se estremece con el vagido de un niño, y siendo débil, se reviste a veces con la bravura del león.
Una mujer que mientras viva no la sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero que después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un instante, por recibir de ella un sólo abrazo, por escuchar un sólo acento de sus labios.
De esta mujer no me exijas el nombre si no quieres que empape con lágrimas vuestro álbum, yo la vi pasar en mi camino.
Cuando crezcan vuestros hijos, léeles ésta página, y ellos cubriendo de besos vuestra frente, os dirán que un humilde viajero en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado para ti y para ellos un boceto del retrato de su Madre.